
Un día, decidió que sería buena
idea divertirse a costa de la gente del pueblo que había por allí cerca. Se
acercó y empezó a gritar:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que
viene el lobo!

Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que pensó en repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que
viene el lobo!
La gente del pueblo, al
volverlo a oír, empezó a correr otra vez pensando que esta vez
sí que se había presentado el lobo, y realmente les estaba pidiendo ayuda.

Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo.
Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enojados.

Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo.
Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enojados.
A la mañana siguiente, el
pastor volvió a pastar con sus ovejas en el mismo campo. Aún reía cuando
recordaba correr a los aldeanos. Pero no contó que, ese mismo día, si vio
acercarse el lobo.
El miedo le invadió el cuerpo y, al ver que se acercaba cada vez más, empezó a gritar:
El miedo le invadió el cuerpo y, al ver que se acercaba cada vez más, empezó a gritar:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que
viene el lobo! ¡Se va a comer todas mis ovejas! ¡Auxilio!

El pastorcillo vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, y chilló cada vez más desesperado:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡El
lobo! - pero los aldeanos continuaron sin hacer
caso.

No hay comentarios:
Publicar un comentario